This article accompanies the caricature of JW with the England flag above ... gehhin a negative big up in the Argentina press.
Talk bout a global bad rep. De man call him a Caribbean pirate ... second line.
El partido de la década [Match of the decade: TT v England]
El partido durará una década. Sus principales jugadores serán jeques árabes, lores ingleses, oligarcas rusos y piratas caribeños. Aunque pocos lo sepan, comenzó a jugarse este último domingo. Y lo hizo como sólo el mundo del fútbol se lo puede permitir: con la millonaria y poderosa Inglaterra arrodillada ante un hombre de Trinidad y Tobago que de niño soñaba con ser policía y se ganaba la vida como docente. Se trata de Jack Warner, hoy el dirigente FIFA con mayores cargos de corrupción de la última década, pero clave para la votación por la sede del Mundial 2018.
Argentina no jugará este partido, pese a que en 2018 cumplirá cuarenta años de su primera Copa Mundial, la de 1978, cuyo recuerdo, en realidad, aún contiene tal vez más dolor que alegría, como lo reflejan las dificultades para celebrar el trigésimo aniversario que se avecina. Argentina, en rigor, jamás podrá soñar con la sede de 2018, porque el Mundial previo, de 2014, será en Brasil. Si bien abandonó su proyecto de rotar por continente la sede de los Mundiales, la FIFA nunca asignará a Sudamérica dos torneos seguidos. Por eso, en su reciente Congreso de Sydney, la puja por la sede de 2018 quedó liderada por Europa, con Inglaterra a la cabeza, seguida de Rusia, España y una eventual candidatura conjunta Holanda-Bélgica. Asia pujará con Australia (futbolísticamente en ese continente), China y Qatar. Y Concacaf lo hará con Estados Unidos.
Inglaterra, dueña de la Liga más poderosa y millonaria del momento, movió la pelota este domingo. Lo hizo jugando el partido más político de toda su historia. Envió a su selección a Puerto España, a la tierra de Warner. Y lo hizo sólo porque Warner, en una hipotética segunda ronda de votaciones, podrá abandonar su lealtad regional con Estados Unidos y darle a Inglaterra 3 de los 24 votos del Comité Ejecutivo de la FIFA que decidirá la sede en marzo de 2011. Menos de un año atrás, Warner habìa afirmado a la BBC que él se encargaría personalmente de "combatir" una eventual sede inglesa del Mundial 2018. Este fin de semana, tras recibir la visita de la selección inglesa en Puerto España, afirmó que Inglaterra es la mejor candidata. A Inglaterra no le importó siquiera que a la selección de Trinidad y Tobago (a la que ya vencía 2-0 a los 16 minutos) le faltaran muchas de sus estrellas del Mundial 2006, marginadas por haberle exigido a Warner que no se quedara con el dinero que era de ellos, algo a lo que está acostumbrado el protegido de Joseph Blatter en la FIFA.
A Warner no le importó que Lord David Triesman, un ex comunista que fue secretario general del laborismo y ahora es presidente de la Federación inglesa (FA) decidiera quedarse en Londres, acaso para evitar estrecharle la mano. "Espero por Dios que eso no sea verdad", dijo Warner. Se burló de Triesman ("nadie sabe quién es él. No se puede ganar una sede sin salir de Londres, por más Lord o Lady que uno sea"). Y advirtió a Inglaterra qué debe hacer si quiere el Mundial 2018: "ustedes necesitan a un verdadero embajador de su país. Y David Beckham puede ejercer ese rol como nadie. La gente lo ama. Es como Pelé". Fue todo tan grosero el domingo en Puerto España que Beckham volvió a ser capitán de Inglaterra por primera vez después del Mundial alemán. "No lo hice por relaciones públicas. El se lo merecía", debió aclarar el DT italiano Fabio Capello. Inglaterra, según parece, comenzó a acatar al pie de la letra las indicaciones de Peter Hargitay, su nuevo "asesor estratégico". Hargitay fue asesor de Blatter y trabajó en empresas de seguridad que detectan cuentas secretas, pagos de sobornos y hacen campañas de prensa, como la que debió realizar para la Union Carbide, luego del escape de gas tóxico que en 1985 mató a miles de personas en Bhopal, India.
Triesman, el hombre despreciado por Warner, se reunió hace veinte días en Moscú con Alexander Mutko, ministro de Deportes de Rusia. Según parece, le pidió el apoyo para 2018. A cambio, Inglaterra apoyaría a Rusia como sede de la Eurocopa 2016. Ocurre que Rusia anuncia que en cinco años tendrá a diez de los mejores estadios del mundo. Que su fútbol, que hace cuatro años estaba décimoquinto en el ranking europeo, pronto sacará a Holanda del quinto lugar. Que CSKA en 2005 y Zenit en 2008 fueron campeones de la Copa UEFA y el próximo objetivo será la Liga de Campeones. Que jugadores como Andrei Arshavin, de Zenit, ganan más de cien mil dólares por semana, mejor que en la Premier League. Que la ciudad de Sochi ya ganó la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014. Y que Vladimir Putin quiere restablecer orgullo a través del fútbol y por ello obligó a los oligarcas a invertir sus fortunas, como debió hacerlo Roman Abramovich, el famoso patrón del Chelsea, que financia a la selección y a la formación de talentos.
Rusia, dicen algunos especialistas, podría ofrecer además a la FIFA un jugoso mercado negro que permitirá mayores ganancias. ¿Será Rusia la candidata europea elegida por Blatter para humillar al nuevo y desafiante poderío del fútbol inglés?
Australia ratificó hace unas horas su deseo de sumarse a la puja. Lo hizo aún luego de que Blatter adelantó que será imposible darle al Hemisferio Sur un tercer Mundial seguido luego de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. Pero Blatter anunció también que en marzo de 2011 la FIFA decidirá no sólo la sede de 2018, sino también la de 2022. Y allí apuntaría entonces Australia. También lo harán China y Qatar. Así lo adelantó al menos el qatarí Bin Hamman, presidente de la Confederación Asiática. Bin Hamman, igual que Warner, otro hombre clave dentro de la FIFA, fue señalado por el periodista británico Andrew Jennings, como el "cerebro" de la repartija de sobres con 100.000 dólares en el hotel Meridien, de París, que permitió que 18 votos africanos abandonaran a última hora al sueco Lennart Johansson y permitieran a Joseph Blatter asumir en 1998 como nuevo presidente de la FIFA, en lugar de Joao Havelange.
Otros votos africanos, en cambio, eligieron a Blatter porque éste había prometido a Sudáfrica la sede del Mundial 2006. Pero esa sede, se sabe, fue finalmente para Alemania, que ganó 12-11 la votación a Sudáfrica porque, también a última hora, el octogenario neocelandés Charles Dempsey protagonizó una inesperada "abstención". Blatter sí cumplió con Sudáfrica en 2010, aunque está cada vez más preocupado, por la marcha lenta de las obras y también por los últimos episodios de violencia racial justamente en el país que sufrió el racismo como ningún otro.
Cuentan que Blatter está arrepentido de haberle asignado tan fácilmente el Mundial 2014 a Brasil. Y que por eso asiste feliz ahora a la puja que ya comenzó por 2018 y por 2022. Todos tendrán que volver a arrodillarse ante él, como ya debió hacerlo Inglaterra ante su delfín Warner. Acaso ambiciona repetir la puja por la sede olímpica de 2012, que fue obtenida por Londres gracias a una intervención decisiva de Tony Blair, que ganó sus duelos a Jacques Chirac (fue por París) y a José Rodríguez Zapatero (por Madrid), por no hablar de Hillary Clinton, Henry Kissinger y la reina Sofía, también presentes en aquella votación de Singapur. Los Juegos Olímpicos y los Mundiales de fútbol son vidrieras inigualables en el mundo globalizado. Sólo un país renunció a una Copa de la FIFA. Colombia al Mundial de 1986. "No hay tiempo para atender las extravagancias de la FIFA y sus socios. El Mundial -dijo el entonces presidente colombiano Belisario Betancur- debía servir a Colombia y no Colombia a la multinacional del Mundial"